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Italianos en Vergara

Entre  1890 y  1900 se produjo el arribo de extranjeros al caserío del Parao.
 Llegaron al pueblo ciudadanos procedente de distintos países, pero cabe destacar el afincamiento de italianos.  
Los Bonelli, Zito,  Di Bueno,  Scarano, Ramagli,  Padula, junto a otros que llegaron del viejo mundo y terminaron afincándose en  el incipiente caserío entre 1893 y 1896,  le dieron el impulso que necesitaba, en el momento justo,  pues casi todos dominaban a la perfección el arte de la albañilería.
Sus  ansias de progresar, su  espíritu de lucha,  removieron el anodino ambiente semi rural.


Bonelli, Ducatelli, Zito


Fue seguramente Carlos Bonelli, el primer italiano  en llegar al nuevo pueblo, comprando el 28 de mayo de 1893,  su primer terreno al fundador, en el lugar donde pensaba hacer su casa para terminar con esa vida itinerante que ya le venía calando hondo. Llegado desde la península itálica a Argentina, sintió que no era allí  su tierra prometida y con su bolsa al hombro recorrió miles de kilómetros del vecino país y luego del nuestro, hasta que llegó a este pueblo que recién nacía. Cuando su oficio le reportó algunos resultados, logró traer a su mujer Filomena Biancheri, conocida como “Mamarana”  y vivió aquí con sus dos hijas Carmen y Catalina. Pudo haber hecho  gran fortuna, pues  comenzó desempeñándose como  alambrador,  en un momento en que el histórico Rincón de Ramírez empezaba a  dividirse y cercarse, pero como cambiaban trabajo por campo, no siguió adelante con  ese oficio.
Catalina Bonelli, se casaría con su paisano Lucas Ducatelli, que había corrido los mismos pasos junto con su suegro, antes de acunarse en el Parao. De profesión albañil,  su hogar se vería galardonado por un gran número de hijos: Miguel, Rosa, Julieta, Pedro, Carlos, María, Miguelina y Roque.
Lucas construyó el edificio donde funcionó la Escuela Nº 13 de varones,  en calle Fortunato Jara casi Joaquín Suárez, exclusivamente con ese fin, afincándose años mas tarde en la localidad de Plácido Rosas (Dragón), donde compraría tierras y se dedicaría a la vida rural.
Carmen Bonelli, la otra hija de Carlos, se casaría con Roque Zito, también este, de profesión constructor.  (Entre muchas obras, realizó, el actual edificio de la Escuela Nº 17, la Escuela de El Oro, el  “banco viejo”). De ese matrimonio nacieron Domingo Antonio, Francisco y Carlos  “Chichila” Zito.
El compromiso asumido para la  construcción del edificio del Banco República  (el banco viejo), daría por tierra con sus economías. Fallecida su esposa contrajo segundas nupcias  con una de las hijas de la familia de brasileños, Da Rosa Dutra,  afincada en esta zona rural desde mucho tiempo atrás y con cierta fortuna. La magnitud de la inversión lo obligó a hipotecar el edificio a favor del Banco Hipotecario, el cual a pesar de solicitudes de quitas y esperas al fin  fue rematado.

                                                              No todo era armonía
 Un  18 de agosto de 1905, Lucas Ducattelli, registrado como Maestro Constructor en Albañilería, denuncia a su compatriota Roque Zito, porque estaba trabajando en el ramo sin patente habilitante.
Roque le estaba levantando la casa de Modesto Rodríguez y Lucas entendió que estaba muy bien que fueran paisanos y concuñados, pero había que ponerle un límite.


                                                                                   LOS SCARANO

Son los  Scarano, la familia más numerosa de descendientes italianos que actualmente puebla Vergara. Nicolás, que contaba con 15 años y dos hermanos más llegaron al Uruguay, con la oleada migratoria de fines de 1800.
Nicolás Scarano Ramagli, se casó con una francesa, Sara Thevenet, quien  antes de formar su familia había sido artista de circo. En virtud de ese peregrinar propio del inmigrante en busca de su solar, arribó a la capital del Departamento y desarrolló su oficio de sastre. 
Un montón de hijos rodeaban ya la mesa: Oscar, Cesar, Domingo, Arévalo, Roger, José, Cesar,  Vicenta, Zoraida y Loul, cuando decidió venir a probar suerte en Vergara, comprando su terreno el 23 de octubre de 1895, en la esquina de Tajes y Berro. 
La sastrería de Nicolás  estaba permanentemente llena de muchachos, amigos de sus hijos y pegado a su casa completaba el bullicioso panorama una cancha de pelota de mano.
Recuerda Serafín J. García;  “Como no me voy a acordar de la sastrería de Nicolás Scarano, donde estaba Minguito,  Arévalo, Oscar, el fotógrafo. Allí estaba la cancha de pelota, de la que hoy no quedan ni rastros. Yo tenía 16 o 17 años (1920) y todas las tardes iba a la sastrería a tomar mate. Minguito era mi compañero de andanzas; Oscar era el trasnochador número uno de Vergara. Andábamos por las calles buscando una luz. Donde había una luz allí  íbamos a ver lo que pasaba, si había velorio amanecíamos. Si era baile y nos dejaban entrar, entrábamos; si era timba, lo mismo”.
                            
                                                 
                                        LOS RAMAGLI

José Ramagli, adquirió por compra que le hizo al fundador, el 2 de agosto de 1896, 1600 metros de terreno, lugar donde pondría a funcionar su botica.
La botica de entonces, para  una población como Vergara que carecía de médico establecido, era el más importante centro de consulta ante problemas de la salud.
Tiempo del parche poroso y la sanguijuela, la cataplasma y el sinapismo, los jarabes y las tisanas, la emulsión de Scott y el aceite de hígado de bacalao.
Tiempo de las pociones y el mejunje de trastienda... y el mortero y la minúscula balanza del miligramo. Alineados en escaparates que llegaban al techo, los tarros de Limoges o Rosenthal. Y en cada extremo del mostrador de ventas una ánfora gigante de cristal con líquido de colores violeta, azul y rojo. Y elegantes vitrinas con pastillas de altea y barras de orozuz y frascos de perfumes y estuches de ungüentos.
José, estaba casado con María Josefa Miraglia, también italiana y se conocen dos hijos: Juan Bautista Ramagli Miraglia y Rosa Ramagli Miraglia.
Doña Josefa, siendo viuda, fallecería el 26 de agosto de 1922 a la edad de 75 años.
Juan Bautista Ramagli Miraglia, de profesión fotógrafo, se casó con Carolina Luerci, brasileña y un hermano de esta de nombre Blas,  estableció una hojalatería ambulante el 2 de octubre de 1905. De ese matrimonio nacieron: Rosa (quien se casaría con Domingo Scarano Thevenet), Pascual, Humberto, Alberto, Clotilde, Enrique, Hugo y Ricardo.
Rosa Ramagli Miraglia, se casó con Antonio Trelles, de cuyo matrimonio nacieron: Matilde (que se casaría con Isnar Zuluaga), María José (que se casaría con Juan Obiaga) y Elena (que contraería enlace con Joao Fernández Ramos, inmigrante portugués).



Botica de Jose Ramagli:  calle Francisco Tajes casi Bernardo Berro -   Ya hacia tiempo que nadie la habitaba y lentamente -ladrillo por ladrillo-  sus nuevos dueños  fueron desarmando el viejo caserón seguramente con pena de hacer desaparecer este monumento histórico-




LOS   PADULA

Francisco Padula, un italiano que pisaba los 50 años, llegó unos años antes del nuevo siglo,  y compró su terreno el 23 de octubre de 1895,  para empezar una vida nueva  junto a su familia.
Plantó la quinta, crió lecheras -alguna que otra multa debió enfrentar por animales sueltos en la vía pública, a la que pasto no debía faltarle-, aró la tierra, puso un comercio y terminó de criar a sus hijos criollos.
Estaba casado con Inés Merlino, con quien procreó una numerosa familia; Luis Justino, Viterbo, Filomeno, Felipe, Nicolás, Francisco y Santina.
Don Francisco, el “primo del prefecto de Roma”, como decía con orgullo a los vecinos, estableció  zapatería el primero de diciembre de 1905.
Inés Merlino falleció el 20 de enero de 1930 de “reblandecimiento cerebral”, según dice el parte médico, a la edad de 74 años y  Francisco, casi centenario, falleció el 4 de octubre de 1944. 

El Altillo
Cuando sus actividades económicas le reportaron algunos ahorros, encargó  en el año 1910 la construcción del altillo. Ubicó el “altiche” -como solía decirle- en un lugar de privilegio, frente  a la plaza Confraternidad, en la esquina de Jacinto Ruiz y Marcelo Barreto.
El terreno donde asentaría la construcción, se lo compró a Braulio Silvera, el 28 de diciembre de 1904.
Leonardo Di Bueno y Lucas Ducatelli, fueron los maestros de la magna obra. Los cimientos se hicieron  de piedra  traída en carro de una cantera de las cercanías en los campos de Garate, asentadas desde una profundidad de dos metros hasta llegar al nivel del terreno.
En la fosa que costó mucho trabajo rellenar, al culminar la jornada del sábado, retiraron  la escalera y dejaron hasta la madrugada a uno de los hijos de  Padula, para que no fuera a un baile, para el que se venía preparando hacía una semana.
En la planta baja funcionaron grandes,  muy buenos y surtidos comercios y  en un galpón retirado unos veinte metros por calle Marcelo Barreto, Don Francisco tenía su zapatería. En la parte superior del altillo se realizaban las veladas musicales de tipo familiar, a ellas se accedía en los comienzos por invitación.
Amenizaba la orquesta de la casa.
En el Altillo –ya lo veremos- los vergarenses presenciaron  cine por primera vez.

Una tradición
Un 30 de agosto de 1935, Bolivar Ledesma, en ese entonces estudiante de medicina le envía una carta a Tito Viera, en parte de la cual expresa: “Antes, en el Vergara del farol a kerosene, de la colorada y del “finao” Firoca, en las Fiestas de San Juan, los Padula siguiendo una vieja costumbre de la Santa Madre Iglesia, le prendían fuego a una barrica de alquitrán y a un Judas en medio de la algarabía de los habitantes del pueblo. Recrudecían así en las almas piadosas, la venganza de la traición por los treinta dineros”.

La familia orquesta  
La misma  la integraban los hijos del viejo italiano, pero debían contar con algunos músicos de afuera para hacer mas completa la gama de instrumentos
Amenizaban reuniones familiares y los intervalos en el cine mudo.
Los integrantes de la orquesta  fueron: Santina Padula, que era ejecutante de violín y además profesora de piano; Francisco Padula, que era un mago en la flauta; Filomeno Padula y Alberto, que tocaban alternativamente el clarinete; y entre los invitados acompañaban en  guitarras, Justino Carbajal, Bonilla, Jacinto Viera y Magdalena Barone.

  
Fotografia - Flia Padula en Vergara - año 1924

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