En 1906, cuando se establece el Concejo Auxiliar del Gobierno Departamenta en Vergara, se vino a dotar al predio de alguna organización para el uso público.
Un decreto municipal prohibía la colocación de cueros en sus alambrados perimetrales, teniendo dicha ordenanza como fin de “pasarle un aviso” a Justino B. Silvera, quien tenía una barraca de frutos del país frente a la plaza y aireaba allí sus cueros vacunos y lanares. En una oportunidad se llamó al Comisario del pueblo para que notificara al sub. Comisario Justino Klein, para que no atara mas alli su caballo a pastar.
El 18 y 19 de mayo 1920, se la deja sin bancos pues se los prestan al Vergarense Fútbol Club, para llevarlos a la cancha con motivo de disputarse allí sendos encuentros de balompié.
En 1929, en su centro, un reloj solar concitaba la atención de los curiosos y por las noches furtivos encuentros de enamorados, eran cobijados por la tenue luz de los faroles a combustible.
En la década del 20, la Banda convocaba multitudes cuando sus acordes sonaban en los días festivos.
Confraternidad
En los inicios de Vergara hubo dos lugares muy importantes.
La barraca de Don Bernardo Silvera (uruguayo) y la herrería de Don José Senosiaín (español) -compradores de terrenos del núcleo fundacional en la primera escrituración del 7 de abril de 1891- fue un importante y habitual lugar de reunión de los primeros pobladores del Caserío del Parao.
Al no existir autoridad constituida –Concejo Auxiliar del Gobierno Departamental- que ordenara el camino de la aldea, los fundadores se reunían en una suerte de Concejo para instrumentar la buena marcha del lugar, sobre el que depositaban todas las esperanzas de futuro; las propias y la de sus familias.
Los nombrados Bernardo y José, Juan Claussen, Rudesindo Pereira, a menudo Lucas Ducatelli y su suegro Carlos Bonelli, Isidro Tellechea, el propio Juca Vergara, discutían largamente temas tales como la oficialización, la escuela, la construcción de la iglesia, el apoyo municipal para el ordenamiento de calles y cunetas y reglamentación de las construcciones, la plaza entre otros.
Decía Vicente Senosiaín, acerca de su denominaciòn:
-La cosa fue así: se encontraban congregados en la barraca de Bernardo Silvera y se trató de ponerle nombre a la Plaza. Unos decían que debería llamarse General Artigas, y otros como Rudesindo Pereira opinaban otra cosa:
“Acá estamos reunidos brasileros, italianos, un alemán, un español y yo que soy oriental; y todos no llevamos bien; ¿Qué les parece si le ponemos Plaza de la Confraternidad ?
Estuvieron todos de acuerdo y tras breve intercambio de opiniones, le abreviaron el nombre, y quedó Confraternidad.
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