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FORTUNATO JARA


 ¡Que hombre corajudo era el coronel Fortunato Jara.  Lo mataron a los 78 años en plena batalla!. 



S
u nombre quedó  incorporado para siempre a la historia  y a la nomenclatura de este pago vergarense cuando en  el año 1891 se estructurara la misma para el entonces  Caserío  del Parao. Aunque sintéticamente hablando muchos historiadores y otros  que quizás sin serlo les gusta cultivar las letras se han ocupado de escribir en forma sucinta sobre Fortunato Jara.
Pero para quienes verdaderamente concita el arte de la investigación, día a día, hurgando libros, escritos y registros genealógicos, confrontando viejas memorias orales, hemos ido recogiendo elementos que hoy por hoy, nos permite al menos compartir, una singular biografía de esta persona, caudilla y líder que sin duda alguna lo fue. Con el margen de dudas que muchas veces dejan al descubierto estas pesquisas, sin embargo se han podido establecer, que Fortunato Jara, habría nacido aproximadamente en el año 1820, en el paraje “Rincón de los Coronel” (hoy 13ª sección del departamento de Cerro Largo ). 
Era hijo del capitán del ejercito Pedro Antonio Jara, quien nació en Paraguay alrededor del año 1783 y de una india guaraní, que se vio desplazado hacia el paraje antes nombrado, por una normal y continúa evolución de los ejércitos  que cruzaban el suelo de esta patria. Dos hermanos tuvo Fortunato; Doroteo Jara, quién había nacido en Paysandú en 1807 y falleció en Melo el 9 de abril de 1910 y Celedonio Jara Suárez, nacido en Cerro Largo (Rincón de los Coronel) en el año 1823, aproximadamente y fallecida en la misma comuna en el año 1897, al parecer el mismo día que Fortunato moría en Cerros Blancos. 
Vale decir en el acto que lazos familiares de origen y de vecindad, unían a los Jara con el también Capitán del Ejercito de origen paraguayo Blas Ignacio Coronel, padre de Dionisio y de Manuel Coronel, entre numerosa prole que eran Muniz por madre y que sin duda alguna, le habían aportado el primer apellido a esa rinconada arisca y luminosa del Tacuarí. Doroteo Jara a la sazón se casó con Adelina Andaras  aproximadamente en 1850 en el Brasil, la cual le dio doce hijos varones y mujeres, falleciendo en Melo el 18 de mayo 1875. Por su parte Celedonio Jara Suárez, se casó en primeras nupcias con Anacleta Francisca Lisboa nacida en Montevideo en 1982 y tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. 
Mientras que casado en segundas nupcias con Petrona Muniz tuvieron cuatro hijos: dos varones y dos mujeres.

En el caso de Fortunato Jara quien nos ocupa en estas líneas, robusto, de estatura regular y barba entera, solo se conoce que era casado con Margarita Niz, hija de Paulino Niz, hombre de Cerro Largo que tuvo campos y haciendas en las costas de Sarandí Grande en el Rincón de Ramírez, y que murió en Vergara en el año 1930, en un humilde rancho de la calle Manuel Pereira, entre Urtubey y Melitón Muñoz.  Fruto de la unión con Margarita Niz,  Fortunato tuvo hijas e hijos conociéndose al menos dos: Juana (nació en Melo aproximadamente en 1840 y Everilda (que era la esposa del periodista Paseyro y Monegal ).

Pero mas allá de todo eso, y de la niñez azarosa y pobre, que debe haber experimentado Fortunato, es posible establecer que cuando la Guerra Grande y al costado del caudillo de Cerro Largo Angel Muniz, que orlaba su frente con la divisa blanca, se plegaron a los huestes del general Oribe. Después, alternando los trabajos rurales con la guerra, estuvo con Angel y Justino Muniz, en la revolución de 1870, que acaudillaba el General Timoteo Aparicio y donde también la acompañaba un hermano de Dionisio Coronel, de nombre  Blas. En 1875, cuando “La Tricolor” siguió sin resultados al  coronel Angel Muniz, cuando el 25 de mayo de ese año, tomó por asalto la Villa de Melo, con cuarenta hombres pésimamente armados. Luego de abortado este conato de revolución en 1886, convencido por el Coronel Higinio Vásquez (quien era Jefe Político de Cerro Largo), acompaño al general Justino Muniz, pero en ese caso, a favor del presidente Santos y en compañía del alférez Segundo Oxley.         

En 1897 ya residiendo en Vergara, donde vivía con Carmen Muiño, en un rancho sobre la calle Jose Zuluaga esquina Agustín Urtubey, fue invitado por el caudillo blanco de Cerro Largo Doroteo Navarrete a prestar sus servicios en la revolución contra el presidente Idiarte Borda.
Estaba viejo, achacoso, cansado de las guerras, con un reuma que apenas le permitía caminar y un incipiente Parkinson que le dificultaba tomar el mate tranquilamente.
Así se lo hizo saber al emisario de Navarrete que reventando caballos llegó al galope con el chasque de su superior: -Pero muchacho yo ya no sirvo. A gatas camino, casi no puedo con el mate. Diande  otra guerra que vayan los hijos.

Sin embargo esa misma noche vistió su raído traje militar, ensilló como pudo su caballo tobiano negro,  lo montó, tomó su vieja lanza dueña de viejas patriadas y arrancó viaje hacia la zona del Rincón del Ramírez, donde era muy conocido y vivía su yerno Paulino Niz.
Poco tiempo después formo un escuadrón de doscientos cincuenta hombres entre los que iban Paulino Niz, el hijo mayor de éste, Florencio; Hipólito Rosas, Dionisio Pérez, Fructuoso Ledesma (estos cuatro últimos vecinos de Placido Rosas).
Hipólito Rosas era Capitán. Dionisio Pérez  -el caballerizo del jefe- y Cirilo Rosas portaba una bandera blanca de seda gruesa, sin inscripción alguna que era el distintivo del escuadrón.
  
El ayudante de Jara era Gabino Coronel (sobrino de Dionisio) hombre de Cerro Largo también, que al morir en Cerros Blancos dejó abandonado en el campo, un portafolio donde llevaba el diario de la revolución.
Pensaban unirse al general Justino Muniz, pero al saber que éste estaba del lado del gobierno, vivaquearon y el 4 de mayo de 1897, a las seis de la mañana se unieron al ejército de Saravia y Lamas, pasando el coronel Fortunato Jara a regir los destinos de la división Número 10 de Cerro Largo.

Se cuenta que llovía y hacía un frío enorme. Que a Jara le gustaba que su tropa respetara sin objeciones, las órdenes dadas. Viajaba lejos de la misma, solo acompañado de su lanza y de su asistente Gabino Coronel.
Una vez persiguió a dos desertores de su escuadrón hasta reducirlos, incluso a uno de ellos lo mató, porque lo encontró desplumando un  avestruz. También redujo a 10 hombres mas que intentaron desertar previniéndoles que ante cualquier intento de fuga serían pasados por las armas sin más miramientos.
Viejo, tímido y respetado el coronel Jara se encontró con su División en la Batalla de Cerros Blancos (próximo a Vichadero- Rivera) el 14 de mayo de 1897.
Mandaba el ejército colorado, pertrechado de cañones, ametralladoras, fusiles y abundante munición, el general José Villar.

Eran 6000 soldados colorados contra 3000 del ejército  blanco, sin munición casi, con dos cañones y muchas lanzas compradas por el coronel Diego Lamas,  un día antes de la pelea.
Y así nomás se enfrentaron. Fue una tremenda carnicería, donde en determinado momento, un tiro de fusil hirió en un brazo al coronel Diego Lamas y otro mas hirió en el abdomen al coronel Juan Francisco Mena, quien en ese acto y sin explicación alguna, se fue con su gente para Brasil, dejando un inmenso espacio en la vanguardia nacionalista.

Ante esto, cuentan cronistas presenciales que el general Saravia le ordenó a Lamas: -Dígale al coronel Jara, si se anima a cubrir  el claro que dejó la Segunda División!!
Y éste al saberlo contestó: Al coronel Jara no se le  pregunta si se anima carajo!! Se le ordena y está!!
Partió al frente de su División al galope a ocupar el espacio que había dejado Mena y su gente.
Serían  entonces las dos de la tarde.

Y ante el empuje del ejército colorado mejor pertrechado y más disciplinado en el combate, el coronel Jara, falto de municiones pero sobrándole valentía ordenó una carga a lanza seca.
Un tiro de fusil lo bajó del caballo, atravesándole el corazón.
Cuentan que moribundo aun, intentó besar la bandera que portaba en una e sus manos, Cirilo Rosas.
Después fue todo oscuridad; y leyenda.
Dicen que cuando el coronel Lamas lo vio partir hacia la línea de combate  murmuró casi en lágrimas: - Me cuesta mandar éste veterano.

Y en el fragor del combate cuando sacaban de tiro el caballo tobiano negro sin jinete encima, dijo Dionisio Pérez a sus compañeros:
 -Mirá!! El caballo solo….Pucha, pa mi que al viejo lo han matao!!
Allí estaban los Niz, los Rosas y Fructuoso Ledesma que tenía tan solo 15 años de edad.
A Fortunato lo velaron vestido de negro en un féretro construido por los propios revolucionarios y en la pulpería de Domingo González.
Allí concurrió un joven combatiente: Luís Alberto de Herrera.
Posteriormente fue sepultado en la esquina de un alambrado y un Capitán del Ejercito Gubernista que lo quería conocer, mandó a sus soldados que lo desenterraran.
Al enterarse de esto, el general José Villar, mandó fusilar a los culpables como ejemplo del respeto y la consideración debida a un adversario caído en plena batalla.

Cirilo Rosas por su parte conservó la bandera de la División, atravesada por varios balazos y manchada de sangre por un adversario que murió al querer arrebatársela.
Esa misma bandera, al regresar de la Revolución de 1897, se la entregó como símbolo al abuelo, don Juan Rosas, el último de los Treinta y Tres Orientales, que aun vivía en Dragón (Plácido Rosas).
Solemnemente le dio un beso y la depositó en el regazo del anciano:
- Aquí tiene la bandera de mi división, tata …. Viene mojada con sangre de Los Treinta y Tres. Y no dijo ni aclaró mas nada.

Posteriormente en la década del 20 en una reunión llevada a cabo en Paso de la Tranquera (Cerro Largo) a mucho insistir, Cirilo Rosas regaló la bandera al Dr. Luís Alberto de Herrera, mientras el coronel  Isidoro Noblía, lloraba evocando el sufrimiento de la batalla de Cerros Blancos.

Decía Juan Rosas:
-Que hombre corajudo era el coronel Fortunato Jara. Lo mataron a los 78 años en plena batalla.  

Investigación y relato
Jorge Muniz Cuello


Con este trabajo se cumple  el sentido anhelo de don Prudencio Antúnez Niz; que se  realizara  una exhaustiva investigación de la vida de Fortunato Jara y se efectuara  la publicación  en su memoria.

Fuentes: Orales: Sr Rafael Diogo Jara; Vicente Jara Soto; Sargento 1ro Antonio Jara; Prudencio Antúnez Niz;  Juan Rosas Larrosa; Artigas Rosas Arias. Oribe Rosas Arias. Escritas: Por la Patria: 1er Tomo L. A. De Herrera. Saravia y Lamas: La Revolución del 97 –Arturo Jiménez Pastor.


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