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Diligencias por Vergara


La diligencia 

 La diligencia frente al Correo de Vergara

Relatos de un cuarteador

"Cuando explotó la guerra de 1904,  andaba de la mano de mis padres caminando por la plaza de Treinta y Tres. Y dos años más tarde no siendo mucho menos gurí que en aquel entonces,  a la edad de 12 años,  comencé a  marchar delante de la diligencia que iba de Nico Pérez a Río Branco"
Visitación Ramos provenía de un tiempo en que el niño se hacía hombre temprano, cuando la necesidad  lo enfrentaba a la vida.
"De  Nico  Pérez a Treinta y Tres, corrían  cuatro diligencias y de  Treinta  y  Tres  a  Río Branco, otras cuatro.
Los mayorales Serapio Téliz, Bernabé Diogo, Patricio Pereira  y Francisco “Pancho” Sosa, fueron mis patrones, los que pasaban con un intervalo de  cuatro días por Vergara, trayendo y llevando noticias, transportando viajeros con destino fijo, o buscadores de horizontes.
En las madrugadas de invierno el pampero  de las  cuatro de la mañana  de Treinta y Tres para allá castigaba que era cosa seria y el poncho de paño con el cuello bien subido y el sombrero hundido hasta las orejas, mitigaba el sufrimiento.
Los caminos generalmente eran intransitables, pero gracias a los  caballos, acostumbrados y bien elegidos para la tarea, sorteaban las dificultades.
Se hacía difícil  la travesía   cuando los agarraba la noche, porque se viajaba sin luz.
Las postas   estaban  ubicadas cada tres o cuatro leguas.
De Treinta  y  Tres se salía y se venía  a los Ceibos; de ahí  a lo de Algorta; de lo de Algorta  a  la  Buena  Vista  y de ahí a Vergara.
De Vergara  se iba  al  Sarandí, cerca del pueblito  de Rincón; de Sarandí  a Dragón; de Dragón a Garao; de ahí a Cañada de Santos, siendo esta la última posta antes de llegar a Río Branco.
En todas las postas se mudaba de caballo.
Aquí  en Vergara los animales de reserva estaban en un potrero del otro lado del Paso del Parao.
Generalmente eran  dos peoncitos y cuando llegaban a cada posta,  ensillábamos  otro caballo e iba adelante a traer los caballos de refresco y a encerrar los recién  llegados.
La diligencia era tirada  por ocho caballos, pero aparte iban  dos mas, el del cuarteador  y el del peón de costado. 
La posta acá en Vergara era en el hotel de Juan Claussen. En verano se salía de Treinta y Tres a la madrugada y se almorzaba en el Hotel. La carrera a Río Branco se hacía en el día.  
En invierno  ni se calcula la demora, pues había muchos arroyos  desbordados y la noche se venía temprano".

Las crecientes del Parao

“Cuando el arroyo estaba crecido trancaba  cuatro o cinco días  el pasaje. En ese entonces las crecientes  eran igual o más  grandes que las de ahora, llegaban hasta donde es lo de Casariego. Cuando veníamos de Río Branco para acá  y estaba todo tapado, hacíamos la marcha al tanteo, conocedores del terreno  ya sabíamos que allí  había una zanja, mas allá  una elevación, un pozo, etc. Entonces  nos veníamos del Arroyito, que quedaba unas veinte cuadras  y parábamos en el espinillo que hay del otro lado del Paso -que aún hoy se lo puedo mostrar - con el agua por la cintura, allí llegaba el botecito del alemán  Claussen, el dueño del hotel  y pasaba  a la gente  para este lado, ahí  desprendíamos los caballos  y los tirábamos  para este lado, ya  estaban  baqueanos los animales  que trabajaban en esa época, levantaban la cabeza   y  venían  nadando. Le aclaro  que esto se hacía  de allá  para acá, de acá  para   allá  no se podía.
A esa  diligencia se  le ponía cuatro barriles -la historia que les estoy  contando yo, la hice - les decía, cuatro barriles, dos atrás, dos adelante, se le enganchaba una maroma de 40 o 50 metros, la que del otro  extremo  se unía con un pértigo  tirado por cuatro caballos, los caballos  cinchaban  y la diligencia  venía  flotando como una balsa, cuando hacía pie se paraba” .


                                              Reportaje que efectuáramos a Visitación "Chiche" Ramos - Cuartador de Diligencias - a sus 96 años.-



La Diligencia de  SERAPIO TELIZ  -
 Hace  la carrera de  “33” a  Artigas  en
combinación con las diligencias  de
Montevideo; de “33” a  Artigas  los
días  4, l4  y 21; de Artigas a “33” los
días 7, l7 y 27 . Agente en  Artigas 
Diez  Hnos.  y en “33” Sotelo y Ron .


Aviso publicado en el periódico La  Prensa de l90l.


Serafín la vio llegar

“El acontecimiento más importante para las gentes de mi pueblo natal, allá por la segunda década del siglo, era la llegada de la diligencia. Las gentes lugareñas aguardábanla siempre con la esperanza  de que ella trajera alguna novedad, algún suceso distinto a lo cotidiano, que como tal fuera a romper con la monótona uniformidad de sus vidas sencillas, tranquilas e invariables. Porque la diligencia constituía la más regular y segura forma de contacto con la capital del país y aún con la de cada Departamento que entonces parecían lejanísimos debido a la lentitud y escasez  de los medios de transporte.
Entre los tres vehículos  de ese tipo que unían a Vergara con  Treinta y Tres  y Río Branco, recuerdo muy especialmente uno, que a pesar de llamarse La puntualidad, solía llegar al pueblo con retraso  a veces considerable. 
Era un altísimo y espacioso coche de cuatro ruedas -pequeñas y lateralmente desplazables las delanteras, grandes y fijas las posteriores - con su carrocería pintada de amarillo fuerte, chillón, que apenas conseguían atenuar los finos ribetes verdes y rojos que le formaban una especie de marco a cada lado. 
Todavía me parece verla entrar con gran estrépito, por la calle principal del pueblo, y detenerse ante el edificio del Correo, que, como es de imaginar, estaba ubicado frente a la única plaza. 
Adelante a galope tendido iba abriendo la marcha el cuarteador en su incansable lobunito criollo, el sombrero echado hacia  la nuca en actitud de suficiencia, el barbijo oprimido entre los labios  y las dos puntas de la golilla blanca aleteándole graciosamente en la espalda. 
Luego, las tres yuntas de forzudos trotones, dos rociíllos, dos bayos, dos tostados, con el felpo espumeante y la pelambre empapada de sudor. 
Y en el pescante, muy abiertas las piernas, muy erguido y tieso el busto, con el arreador de larga y  fina trenza restallando sonoramente en el aire, don Serapio Téliz, el mayoral más antiguo y famoso de la comarca.
Sobre la amplia baca de la diligencia, recubiertas por una espesa capa de polvo blanquecino y sujetas por fuertes maneadores, se apretaban las valijas de los pasajeros y las bolsas de lona en la que viajaba la correspondencia.
Mucho antes del arribo del vehículo  comenzaban a agruparse los vecinos en los rústicos bancos de la plaza, o junto a la puerta del correo.
Para entretener la espera, se hablaba de temas comunes: la sequía prolongada o el exceso de lluvias, según corriera el tiempo; los casamientos, las enfermedades, las perspectivas de la zafra lanera o de la cosecha de maíz.
Pero si el vehículo llegaba a retrasarse, todos mostrábanse inquietos y empezaban a formular  diversas conjeturas. 
Uno suponía que el arroyo Corrales talvez no había dado paso; otro, que quizás se habían perdido los caballos de refresco en alguna de las tres o cuatro postas que jalonaban el itinerario;  y no faltaba tampoco el pesimista que insinuara la posibilidad de un  accidente, basándose primero en el pésimo estado del  camino real.
Hasta que al fin oíanse el tropel de los cascos y los gritos estentóreos de Téliz azuzando a sus cabalgaduras. Y no bien la diligencia detenía su marcha, rodeándola en ávida curiosidad aquellas buenas gentes, espiando a través de las ventanillas el rostro de los viajeros, corredores de comercio, estancieros  afincados en la capital, brasileños de retorno a su patria, tan sugestivos e importantes todos por el solo hecho de venir de tan lejos y haber visto tantas cosas que ellos, los vecinos del pueblo, revestían  en su imaginación  de misterio y belleza.
Cuando el estrepitoso vehículo, una vez entregada la correspondencia, desaparecía en el ancho galpón del hotel próximo, dispersábanse los espectadores en pequeños grupos, intercambiando animados comentarios y preparándose ya para disfrutar del nuevo arribo de Téliz o sus colegas”.
Serafín J. Gacía
  La Diligencia,  revista El Grillo.

1 comentario:

  1. Y la Diligencia de los hermanos Robatto, uniendo Rivera con Artigas

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