1911
Un automóvil en Vergara
El primer automotor en llegar a Vergara -aunque fuera
de visita- lo hizo el 26 de setiembre de 1911. Dias atrás el mismo vehiculo habia llegado a Treinta y Tres en el tren que por primera vez llegaba a la capital departamental.
El periódico “El Comercio”, dice: En la
tarde del martes 26 de setiembre de 1911, se trasladaron a
Vergara los doctores Pereyra, Uriarte, Pereira Núñez y los señores Saravia y
Lamas, este último propietario del vehículo, regresando a la localidad a la
mañana siguiente.
El señor Lamas
conductor y propietario del
automóvil, pretendía unir Treinta y Tres
con Vergara, combinando con los trenes, como anteriormente lo hacían las
diligencias entre Retamosa
y la Villa.
La intención era buena,
pero los caminos muy malos y los
mayorales de Treinta y Tres a Artigas (Rio Branco) , siguieron por muchos años su trabajo,
hasta que se arreglaron los caminos, y
el automóvil ingresó para quedarse definitivamente.
La década del 20 - Llegó para quedarse
El automóvil trajo aparejada la desaparición de la
histórica y sufrida diligencias y la
proliferación de vehículos de alquiler,
los que desafiando el pésimo estado de
los carreteras, hacían viajes a Treinta
y Tres, Río Branco y a diversos
lugares de la campaña.
Los empadronamientos son de 1920 en adelante
El automóvil matrícula DA l, de 21 HP, fue propiedad de la viuda
e hijos de S. Aguiar, domiciliados
en paraje Las Rengas.
El DA 2, fue un
Ford de l8 HP, perteneció a Floro Alves, con domicilio en Sarandí, tercera sección de Treinta y Tres.
El primer auto que se estableció en Vergara, fue
traido por Ramón Nieto, dedicándose al transporte alquiler.
En 1925 cobró auge la adquisición de automóviles.
El 12 de agosto, Floro Alves vuelve a empadronar un
auto Ford al que se le asigna
la matrícula DA 11.
El 26 de agosto, Don Pedro B. Da Silva registra el
auto Ford, matrícula DA 12.
El 21 de setiembre, Bernardo Lacco, empadrona un camión, y es el primero que se
inscribe, se le dio la chapa roja (de alquiler)
DA l3.
Lacco utilizaba el camión para los trabajos vinculados a su panadería de
nombre La Americana.
El 2 de octubre,
los hermanos Aguiar, matriculan el Ford, chapa roja DA l4.
El primer accidente
Carros, sulkys,
volantas, caballos y autos se empezaban a topar en las esquinas del pueblo. No
eran pocos los que querían poseer un
automóvil, pero no eran menos los que lo miraban con cierto recelo.
El bullicio
automotor era tal que el 3 de setiembre de 1921, se designó a Lázaro C. Mier
Inspector de Impuesto de patentes de rodados, aunque resultó muy negligente con
las infracciones de tránsito, pues
recién el 30 de abril de 1929,
comunica que el automóvil chapa
negra DA 27 tiene una multa de $ 1 por
no tocar bocina al entrar a la calle y al D A 35 por dar vuelta en la mitad de
la calle.
Leoncio Gigena, hacendado, casado con Belmiria Alves, mujer de gran fortuna, ni que le hablaran de autos quería.
Su cuñado, Floro Alves, en cada oportunidad que tenía,
le insistía hasta el cansancio que debía
comprar un automotor.
Cierto día
llegó de campaña, a media mañana, y se dispuso a lograr su objetivo.
Mientras tomaban unos mates, cargó el tanque con una
lata de 25 litros de nafta marca Energina que había comprado en el almacén La
Uruguaya de los Robaina y lo encaró.
- Subite conmigo Leoncio, que vamos a dar una vuelta.
Bastante trabajo
le dio subirlo al Ford “a bigotes”, y de
esa manera lograr con el ejemplo lo que con las palabras no podía.
Veinte minutos de muda marcha, pegado a la banquina
del lado izquierdo -recién en 1945, los vehículos comenzaron a circular por la
mano derecha en el pais -iban logrando el propósito.
Leoncio le comenzaba a perder el miedo y el respeto al
auto.
- ¿Que te parece? -dijo Floro- buscando romper el
meditabundo silencio de su cuñado, que iba prendido de la puerta, con los ojos
grandes y haciendo fuerza hacia atrás como queriendo aminorar la marcha.
- Convéncete -dijo bajando la cabeza para observar el
reloj - vamos nada menos que a 40 millas por hora.......
- Mirá
pa´delante Florito.... la curvaaaaa ...... – gritó Leoncio manoteando el
volante instintivamente.
No hubo lesionados, pero el episodio quedó registrado
como el primer accidente automovilístico en Vergara.
Leoncio salió en “cuatro patas” por la ventanilla, sin
reparar en la suerte de su cuñado y
rengueando llegó a la casa.
-Que pasó? –preguntó Belmiria.
-Tu hermano, casi me mata. Se le dio vuelta el
carricoche ese. Mientras yo viva aquí no se compra auto ninguno –sentenció.
Este hecho ocurría
en l922, un año antes de que
falleciera Gigena.
Su viuda, Doña Belmiria, guardo respeto por 4 años y se dio el gusto
de tener auto.
El l9 de octubre de l926 empadronó un Ford de l8 HP y el 7 de junio de l928 un
auto marca Buick.
Los autos de alquiler
El automóvil con destino a taxímetro, se fue
estableciendo en forma progresiva. A Treinta y Tres, a Río Branco y la campaña,
se trasladaban familias, compradores de ganado, lanas y cuero. El pionero fue
Ramón Nieto, que empadronó dos autos Ford, en 1919 y 1920, matrículas DA 9 y DA 12, roja, y mas adelante un Ford DA
26 pasó a engrosar las filas, culminando con un furgoncito que transportaba l0
personas.
Patricio Pereira, fue otro de los primeros empresarios
de taxímetros, abandonando sus épocas de
mayoral de la diligencia que pasando por Vergara, iba de Treinta y Tres
a Río Branco, a principios de siglo.
Pereira estaba radicado en la capital departamental, y
hacía viajes regulares a Vergara en su auto.
En el año l925, el 1º de noviembre, Juan Lagreca empadronó un camión Ford, le fue asignada la
chapa roja DA 15.
Lagreca era quien transportaba el correo de Vergara a Treinta y Tres y
viceversa, haciendo al mismo tiempo fletes.
Desde 1924, Lagreca oficiaba de “correista”, desafiando
las vicisitudes del camino. En ese año comenzaba la construcción del puente
sobre el arroyo Corrales, el accidente natural que más dificultades
ofrecía entre Vergara y la capital.
Natalio Vergara, vecino del lugar, había montado un cobro de peaje, en tanto
que auxiliaba a los que por allí pasaban. Lagreca protestó, pues su habitual
pasaje laceraba sus economías y el Concejo Departamental le comunicó que
Vergara no estaba autorizado a realizar el servicio y menos a cobrar peaje,
pero que las dificultades desaparecerían cuando se terminara de construir el puente.
Si después de eso, alguien pasaba por allí como Juan por su casa, ese era Lagreca.
En l927, empadronó
el DA 15, Alfredo Alvarez,
mayoral de la última diligencia que surcó por estos lugares, además fue
propietario de autos que destinó a
taxímetro, entre ellos un Chevrolet que
empadronó el primero de octubre de l930,
matrícula DA 37.
También tuvo taxi Braulio Silvera, un Ford, matricula
DA 21, el 15 de julio de l927. Enriquecen esta lista Salomé Cuello, Victor Prigue, Modesto Correa,
Eladio Araujo, Rafael Casariego, Germán Acosta, Federico Pérez, Gregorio
Batalla y cabe recordar a Ermindo Batalla, quien no tenía autos de alquiler
pero tenía taller mecánico y enseñaba a manejar.
Un pequeño descuido
En 1924 -instalado ya el automóvil en nuestro medio-, algunos vergarenses se largaban a la capital
departamental, apareciendo en publicaciones de la época y no precisamente por
hacer las cosas bien.
Esmir García –hermano del
escritor Serafín J. García y popularmente conocido como “El Cordero”- paseaba
muy orondo por el centro, cuando escuchó un silbato de cuyo soplido era autor
un Guardia Civil.
- ¿Que querrá este individuo?
– alcanzó a preguntarse, pero los nervios lo traicionaron; no encontró los
frenos a tiempo y logró detenerse casi una cuadra mas adelante sobre la vereda.
La autoridad emprendió
furiosa carrera en su procura, sosteniendo durante el trayecto, con una mano la
gorra de reglamento para que no se le volara; con la otra la cachiporra para
evitar un inesperado golpe y apretando los labios para que no se le cayera el
pito.
- De frenos ando bien; las
luces son reglamentarias; toque bocina al cruzar la boca calle; no tiene nada
que observarme –reflexionaba Esmir en tanto.
-Buenos días señor, debo
ponerlo en conocimiento que está en infracción – dijo jadeando el agente.
-No lo creo, al auto lo
compré hace poco, de fábrica, está completito.
-Pero le falta la
matrícula.
-¿La chapa dice usted?
– preguntó Esmir, atornillado al
asiento, estirando el pescuezo para
mirar el para-golpes delantero por encima del volante. La voz le temblaba
ostensiblemente; una por los nervios; otra porque el automotor continuaba
encendido provocando el temblequeo general de su persona.
-Si señor, le falta la
chapa.
-Usted sabe señor agente,
que cuando empadroné no me dieron chapa en Vergara, por que no había.
-Creo que está conversación
está durando mucho- dijo el representante de ley un poco fastidiado.
-Ya lo creo; así que yo ya
me voy para Vergara - respondió Esmir, amagando hacer un cambio.
-Otra que Vergara. Usted se
viene conmigo a la seccional policial.
Al fin de cuentas la Jefatura de Policía, el
27 de diciembre, le permitió
provisoriamente la circulación, previa consignación del importe de la multa, en
tanto solicitaba informe al Concejo Auxiliar de Vergara.
Demás está decir que le
amargaron el fin de año a Esmir.
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