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CAMPOSANTO



Las almas vergarenses


-No hay cosa pior que una alma en pena – dijo  Belarmino  a los que rodeaban el fogón.
El solo mencionarlo generó un profundo y aterrador silencio, que rompió uno de los troperos, mirando  para todos lados y con voz queda.
-Y que hace esta gente del Concejo que no mudan de una vez por toda el camposanto,  que está en  medio del barullo del pueblo,  pa` un lugar mas tranquilo y confortable pa` los difuntos?

El comentario era motivado indudablemente por el último número de LA VOZ DE VERGARA  del 8 de noviembre de 1906 que reproducimos:

“Se habla del probable traslado del actual Cementerio a otro punto mas distante del pueblo.
La idea es buena y oportuno es hacer recordar a nuestra municipalidad que la nueva necrópolis debe ajustarse en su edificación a un serio y bien meditado proyecto.
Sabemos que la idea de edificarlo y dividir en forma ya existe en el seno de nuestra municipalidad, pero nunca está de más recalcar la conveniencia perentoria de que el proyecto en cuestión no se deje dormir por mucho tiempo. Cuanto mas tiempo transcurra, más gravoso será para autoridades y pueblo ese traslado. Y necesarias son  por muchos motivos,  las medidas al respecto pues todo el mundo sabe en que estado ruinoso se encuentra aquel lugar sagrado, con nichos derruidos y agrietados por la acción del tiempo y también  se sabe que cada día que pase será esta destrucción mas acentuada.
Confiamos que nuestra autoridad edilicia sabrá proceder con premura en este caso, dotando a la población de un Cementerio en forma y adecuado a nuestro estado de progreso”.

10 de diciembre de 1906.

El Concejo Auxiliar de Vergara resuelve elevar nota a la superioridad haciendo conocer que el cementerio se encuentra en malas condiciones de higiene y muy próximo al pueblo. Se trató con Isidro Telechea la compra de un terreno  de 1 hectárea y 47 metros. Por el precio de $ 100  y Telechea se reserva el derecho de construir un panteón.

El 22 de diciembre de ese año,  Floro Alves Pereira solicita permiso para colocar un monumento en su establecimiento de la 3ª sección para exhumar los restos de su padre –Venancio Alves Pereira- en vista de que el cementerio de este pueblo se encuentra en malas condiciones.

La Comisión Auxiliar  no hace lugar a la solicitud pues se ha dispuesto trasladar el cementerio a un lugar mas propicio; para eso se espera la venida del Ingeniero Municipal quien delimitará el predio

 9 de marzo 1907

Se le comunica a Floro Alves que no se le permite colocar el monumento en su estancia y se vería con satisfacción la colocación en el nuevo cementerio por ser una obra de arte única en el Departamento  por lo tanto se le da gratuitamente el terreno.

En aras del “ordenamiento territorial” de Vergara,  la Comisión, el 23 de marzo siguiente, pasa nota a la Junta para que informe en que condiciones está el cementerio que existe en campos de Bautista Hontou en donde se hacen inhumaciones sin que se corran trámites y máxime que se encuentra dentro del radio y no es posible que habiendo cementerio público en el pueblo se pueda hacer uso de aquel.
Los Hontou –Juan y Fermín, vecinos de Treinta y Tres- habían  adquirido  al fundador,  el 21 de mayo de 1897, 11 manzanas la mayoría ubicadas en la zona de El Charco, casi totalmente anegadiza.
El precio fue de 1534 pesos.

Por ese entonces los panteones familiares en predios propios, eran usuales –especialmente en la campaña.  Aun hoy se habla  del “Panteón de Guerrilla”  para referirse a la zona de su ubicación en Vergara. 
Allí se construyó uno para la familia de Francisco Ferreira Chaves y Benonimia Muniz Fagundez.
Se rumoreaba que en las exequias de Guerrilla, depositaron   junto a  él una olla repleta de Libras Esterlinas y que la luna “se paraba” algunas noches para alumbrar el preciso lugar. 
Hasta no hace mucho se mantenía en pie;  porque alguien quiso averiguar que tenía de cierto esa historia. 


El 15 de junio  de  1907, la Comisión Auxiliar autoriza a Ladislao Silvera para aceptar en favor de la Comisión la escritura del terreno para cementerio que se compró a Isidro Telechea,  la cual que se otorgará en Montevideo.

El cementerio se habilitará el 1º de agosto 1908 y quedó clausurado el viejo en la chacra número  9.

El  14 de julio de 1908, se resolvió solicitar a la dirección de Parques y Jardines 1000 plátanos para la plaza y calles y 250 cipreses  para el nuevo cementerio. Se nombra  director de la necrópolis a Irineo Aguilera

Necesidades Locales
La casa de la Comisaría que acaba de terminarse y el puente sobre el Arroyo Parado que se está construyendo no es todo lo que hacía y hace falta.
Se impone que se habilite el cementerio nuevo, procediendo antes a su cercado y cerramiento. El cementerio viejo que está situado sobre una de las últimas calles de la planta urbana se halla enteramente lleno y con el fraccionamiento de solares que acaba de hacerse en el campo del Sr. Braulio Silvera dentro de poco estará rodeado de viviendas. El grave peligro que entraña para la salud en esas condiciones, esta al alcance de todos. La forma deficiente que se emplea para efectuar las inhumaciones acrecienta el peligro. La Comisión Auxiliar debe tomar cartas en el asunto, porque si antes existía el peligro, hoy es mayor.
Ecos de Vergara -diciembre 1912

Todo indica que el acarreo de los difuntos se hizo demasiado pesado, pues el  17 de mayo de 1924,  la Comisión  trata el traslado del viejo cementerio al nuevo destinado a ese fin.

                                       LA PRENSA                 Nº 3 - 28/10/ 1926
Vergara, ante la delineación del pueblo no tuvo en cuenta que el cementerio debía ser una obra de futuro y actualmente está en el centro. Hace más de 15 años, el Sr Telechea donó un terreno para construir el nuevo… y nada.

El 30 de marzo de 1927, se autoriza obras necesarias para la mudanza del cementerio y arreglo del camino que conducirá al mismo.

El 7 de diciembre de 1929, el Consejo de Administración Departamental envió el expediente “Traslado del Cementerio” resuelto favorablemente sobre el terreno que ocupa el monumento la familia Alves y sobre el que se solicita el traslado del cementerio actual. Se solicita al Concejo Departamental un técnico para la “planimetría  y encanteramiento” del terreno indicado, una vez llenados todos los requisitos efectúese el traslado para el terreno donado por el señor Telechea.


                                      El Panteón de Alves
Venancio Alves Pereira en cuyo homenaje se hizo esta obra era casado con Dorotea Fernández.
Era su suegro David Fernández Soto,  un acaudalado estanciero radicado en Cerro Largo, amigo personal de Oribe, que durante la guerra logró juntar gran cantidad de hacienda salvaje.  Su suegra se llamaba Comba Machado De Souza.

Su mujer, Flora Fernández, nació el 28 de marzo de 1837 en Molles, Cerro Largo; lo sobrevivió a su fallecimiento, y sus historias con ribetes increíbles,  son contadas aun en nuestros días.

Venancio cayó al pago y comenzó a trabajar con los hermanos  de Flora;  en cuanto la conoció comenzó a cortejarla y aunque con cierto recelo sus padres terminaron por aceptarlo.
El matrimonio fue celebrado el 13 de junio de 1856 en la Vicaría Foránea de Nuestra Señora del Pilar y San Rafael (Cerro Largo)

David Fernández  había ido acomodando a sus hijos a medida que se casaban otorgándoles tierras alrededor de la estancia, de modo que ella, como fue la última, recibió una fracción más lejana.
Allí construyeron la casa y  comenzaron a nacer los hijos:

Belmiría Patricia, 29 de marzo de 1857 en Barriga Negra – Lavalleja.
Dorotea Marcelina, 26 abril 1858 en Molles de Godoy – Cerro Largo
Venancio,   21 de noviembre 1861 en Villa Piratiny – Brasil
Amelia,   16 de junio 1863   Villa Piratiny - Brasil
Demetria Pradelina, 22 de diciembre 1865 en el Pueblo de Treinta y Tres
Flora Epifania,  7 de abril 1868 en Minas.
María del Carmen, 7 de junio de 1869 en Yaguarón – Brasil.
Floro, 18 de agosto de 1873 en Villa San Juan Bautista de Herval – Brasil
Julia,  18 de agosto 1875, Treinta y Tres

Al cabo de un tiempo vendieron ese campo (eran 4 suertes)  y compraron una mayor extensión cerca de Vergara de nueve suertes: “La Trinidad” (1891);   
La Trinidad la hubo Venancio a Juan D Jackson, Clara Heber de Jackson y Jaime Cibils, el 18 de noviembre de 1881  y otra parte a Sofía Jackson de Bujareo, el 2 de junio de 1884.  Estos habían adquirido los campos aludidos en virtud de adjudicaciones que se les hizo en la liquidación de la Sociedad Merinos de Tacuarí; y ésta  sociedad adquirió en la subasta de la testamentaría de José Ramírez Pérez el 9 de noviembre de 1863.

Luego Venancio adquirió “El Paraíso”, por compra a Eremito Machado y sus hijas Dorina, Diamantina, Preciosa y Corina Machado (1899)
Fue propietario de la estancia denominada “De Silveira” por compra que le hizo a Enrique Fernández y a Ladislao Silvera (1897)
Adquirió el campo denominado “De Cabrera”  parte en 1889 y parte en 1898  y  luego algunas fracciones muy  importantes.

Nos contaba recientemente  Enrique Estévez- tataranieto de Venancio Alves y Dorotea Fernández:
Dorotea era propietaria de la estancia La Soledad – extensa propiedad del otro lado del Río Tacuarí en Cerro Largo. En una oportunidad  quiso  cruzar el cauce de agua que se encontraba crecido, para llegar hasta La Soledad que hacia fondo con otro campo suyo y el bote se le dio vuelta. Cayó al agua  y fue arrastrada por la corriente. Observando estaba Rafael Fabeiro –en ese entonces un joven que trabajaba de peón en la estancia lindera de Juan Garate, quien no dudó en arrojarse y salvarla.
Esto le valió a  Rafael que la mujer, lo convenciera para que trabajara con ella y terminó casándose con una nieta –Juana- hija de Belmiria Alves y Leoncio Gigena,  al lado de la cual hizo una importante fortuna, comenzando en el comercio que actualmente es local del liceo.
Venancio falleció  dejando una enorme extensión de campo.


La  escultura funeria es obra del afamado artista genovés  JUAN AZARINI  GénovaItalia26 de marzo de 1853 - Montevideo1924) fue un escultor italiano radicado enUruguay, autor del busto de José Gervasio Artigas en el monumento de la meseta de Artigasdepartamento de Paysandú. Es autor de  innumerables obras de ese estilo erigidas en los cementerios montevideans, algunos del interior del pais y en la zona rural de Uruguay y Brasil



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